Sumergidos en la burbuja capitalista, nada es ajenoa su influencia.
La socióloga de las emociones Eva Illouz ha estudiado la feroz lucha entre el
amor como impulso desinteresado y el amor como valor económico.
Eva Illouz
El consumo de la utopía romántica
Traducción de María Victoria Rodil
KATZ EDITORES 427 PÁGINAS 23 EUROS
FUENTE: Cultura|s La Vanguardia, Miércoles, 14 octubre 2009
El ángel sugiere refugiarnos en una concepción esencial de los afectos, el diablo sabe de cifras. ¿A cuál de los dos debemos hacer caso?
ELOY FERNÁNDEZ PORTA
En su último ensayo Slavoj Zizek critica la decisión de Bill Gates de donar parte de su fortuna auna ONG porque, a su juicio, con ese acto sólo intenta soslayar que sus actividades “han arruinado las vidas de miles y miles de personas”. Lo mismo podría decirse de Nacho Cano, si bien él pudiera aducir que hay que dar “por cada beso, una bofetada”.
En efecto, el capital puede ser a la vez “sucio dinero”, “máscara de bondad” o “fuente de vida”. Al interpretar cómo y por qué se hahecho un dispendio leemos la novela del capitalismo, rebosante de significados morales y emotivos. En ningún ámbito se hace tan patente este fenómeno como en la socialización del amor, donde el capitalismo puede mostrar su lado más cruel, pero también el menos funcional. ¿Cuánto cuesta encontrar pareja?¿Por qué en una sociedad igualitaria los hombres seguimos invitando más que las mujeres? Tu pareja actual, ¿reafirma tu estatus de clase o lo cuestiona?¿Más que la anterior? Ante estas preguntas nos sentimos como un personaje de dibujos animados que ve revolotear a su alrededor un angelote y un diablillo. A nuestra izquierda, el serafín susurra que esas cosas no hay ni que que pensarlas: el amor debiera ser un impulso libérrimo y desinteresado. A la derecha, el demonio replica que Eros es hijo de Dineros, y que mejor ser pragmático que hacer el panoli. El combate es feroz; alas y tridentes: los dibus también tenemos corazón, y ahora está en juego.
El ángel habla con la voz de la conciencia, que es admonitoria y plural:
el humanismo nos enseña que el trabajo capitalista deshumaniza las relaciones;
el marxismo añade que el sistema de producción reifica la subjetividad;
los críticos del ciberespacio denuncian que internet mediatiza los vínculos.
Ante estas presiones, que amenazan la autenticidad del sentir, es preciso, dice el ángel, refugiarse en una concepción esencial e intimista de los afectos. Pero el diablo sabe de cifras: la economía de la familia demuestra que el matrimo- nio se concibe como un progreso en el escalafón; las estadísticas pruebanque los individuos buscan a su media naranja en su propia casta, con tendencia a la movilidad ascendente. Números cantan: dejémonos de líricas, la pasión está en nóminao se subasta en Sotheby's o en la lonja. La socióloga de las emociones Eva Illouz (Marruecos, 1961) no se propone resolver esta lucha, pero sí la ha estudiado de un modo tan fundamentado y sutil que se ha convertido en una referencia ineludible en su campo. Su premisa la señaló en una reciente conferencia en el CCCB: “Las personas no son yonquis de la cultura”. Ello implica que las teorías generales de la privacidad, ya sean planteadas en términos de control o de autosuficiencia,deben ser revisadas prestando atención a lo que ocurre dentro y fuera de los hábitos adquiridos.
En El consumo de la utopía romántica (subtitulado El amor y las contradicciones culturales del capitalismo), escrito aprincipios de los noventa, Illouz empieza matizando y poniendo en perspectiva los dos discursos mencionados. El ángel, diría la autora, se equivoca porque presupone que hubo alguna vez un Eros “puro y verdadero” y que el sistema de mercado lo corrompió. Y no: eso sólo existió como estilización del sector más ilustrado de la aristocracia y, por ende, como tema artístico. Por su parte, el capitalismo no reprime la subjetividad y no sólo la constriñe, sino que sobre todo la produce. La autoayuda, el consejismo sentimental y el turismo, otras veces denostados de manera frívola e irreflexiva, se revelan en este libro como una enorme y omnipresente industria del afecto por medio de la cual el despliegue del mercado “llevó el sentimiento al corazón mismo de sus transacciones”.
Desde luego, no se sigue de ahí una celebración del centro comercial. Illouz también tiene palabras críticas para el diablillo, al que ella llamaría “el ethos utilitarista”. Siguiendo las tesis de Bourdieu, su análisis de las citas galantes como pràctica cultural señala que la finalidad económica no funciona como clave interna de las relaciones intersubjetivas, y que sólo cobraría sentido al imbricarse con otros muchos criterios no contables. Su descripción de las industrias del afecto revela que, en sus distintas fases, las relaciones están fundadas en “actos de consumo invisibles” que cobran un sentido ritual y no instrumental. En ese marco “el gasto de dinero puede ser una ostentación de estatus, pero también puede interpretarse como un dispendio voluntario y sacrificial”. El utilitarismo, pues, es útil para hacer una descripción escéptica y a posteriori del destino público de una relación, pero pasa por alto que esta no habría podido configurarse a partir de una praxis utilitarista.
Una investigación espléndida. Basada en un extenso dominio de la tratadística especializadayen un uso iluminador de las entrevistas, la topografía de las pasiones que propone Illouz tiene tres efectos principales.
Por una parte, revela cómo se imbrican los modos del querer con el capital cultural, con la influencia de los medios y con la clase, sin olvidar el clasismo.
Por otra, descubre zonas de sombra del mercado donde el dinero circula de una manera bien distinta a como lo hace en la bolsa, creando un saber emocional que cuestiona y reafirma a la vez los viejos valores burgueses. Sobre todo, argumenta cómo el entramado consumista no está regido por el culto al placer sino que tiende a crear sujetos de cabeza fría, cada vez más dotados para el autoanálisis y la gestión de lo privado. El resultado es la piedra miliar de una investigación espléndida,posteriormente prolongada en Intimidades congeladas (Katz Editores,2007), donde extiende sus tesis al mundo digital con un agudo análisis de las páginas de contactos. Por cierto: Illouz se pronuncia Ilú y, ya que estamos, Zizek se dice Chíchec. A ver si tomamos nota, que estas conversaciones modernas se están convirtiendo en un galimatías onomatopéyico que no se pué aguantá.
Ensayo Sumergidos en la burbuja capitalista, nada es ajeno a su influencia. La socióloga de las emociones Eva Illouz ha estudiado la feroz lucha entre el amor como impulso desinteresado y el amor como valor económico Eros y dineros.
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martes, 8 de marzo de 2011
Eva Illouz: El consumo de la utopía romántica
Etiquetas:
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