Steve Fuller
LA VANGUARDIA 19 de mayo de 2012
Steve Fuller is Professor of Social Epistemology at the University of Warwick, United Kingdom. He is co-author, with Veronika Lipinska, of The Proactionary Imperative.
La recién concluidas elecciones presidenciales francesas parecen
sugerir que las viejas divisiones de izquierdas y derechas siguen con
buena salud (y, desde luego, en su lugar de nacimiento). ¿Es realmente
así?

El
moderno espectro político es consecuencia de la disposición de los
asientos en la Asamblea Nacional Francesa después de la revolución de
1789. A la derecha del presidente de la Asamblea estaban los partidarios
del rey y de la iglesia, mientras que a la izquierda se sentaban sus
oponentes, cuyo único punto de acuerdo era la necesidad de realizar
reformas institucionales. La distinción aprovechaba arraigadas
asociaciones culturales que relacionan la diestra y la siniestra con la
confianza y la desconfianza respectivamente, en este caso, del statu quo.
En
retrospectiva, es notable el que esta distinción haya logrado definir
alianzas políticas partidistas por más de 200 años, absorbiendo los
grandes movimientos tanto reaccionarios como radicales de los siglos XIX
y XX. No obstante, la disminución de la participación de los votantes
en la mayoría de las democracias actuales sugiere que puede que esta
forma de conceptualizar las diferencias ideológicas esté quedando
obsoleta. Algunos hasta han llegado a sostener que las ideologías y los
partidos son irrelevantes en un panorama político cada vez más
fragmentado.
Sin
embargo, una división que se cierne en el horizonte podría reinventar
la distinción entre derechas e izquierdas para el siglo XXI: las
actitudes preventivas frente a las "proactivas" hacia el riesgo, como
principios de formulación de políticas. En términos de psicología social,
las primeras se centran en la prevención de los peores resultados,
mientras que las segundas buscan promover las mejores oportunidades
disponibles.
El
principio preventivo es el más conocido de los dos, y figura cada vez
más en la legislación ambiental y sanitaria. Normalmente se entiende
como el Juramento Hipocrático aplicado a la ecología mundial: por encima
de todo, no hacer daño. Por el contrario, el principio proactivo se
asocia con futuristas para quienes ser "humanos" viene definido por
nuestra capacidad para mantenernos a la delantera tras asumir riesgos
calculados, ya sea por beneficiarnos de los éxitos o aprender de los
fracasos.
La
diferencia entre los dos principios queda más de manifiesto en sus
implicaciones sobre la relación entre ciencia y tecnología. Los
políticos preventivos invocan la incertidumbre científica para limitar
la innovación tecnológica, mientras que sus homólogos proactivos la
fomentan como una extensión del método de prueba de hipótesis
científicas.
También
difieren sutilmente en su concepción del ser humano. Quienes sostienen
posturas preventivas aspiran a una humanidad "sostenible", lo que
invariablemente significa que nazcan menos personas y que cada uno tenga
un efecto menor sobre el planeta. Las personas con inclinación
proactiva no ven inconveniente a que la población humana del planeta
aumente de manera indefinida, ni más ni menos que como una serie de
experimentos sobre la vida, independientemente de los resultados.
No
es de extrañar el que los líderes políticos y empresariales
convencionales no se sientan completamente a gusto con ninguno de los
grupos. Después de todo, las autoridades preventivas darían más valor
económico a la conservación que al crecimiento, mientras que el campo
proactivo animaría a las personas a trascender las normas actuales en
lugar de adherirse a ellas. Una empresa preventiva se vería como una
versión en miniatura del estado normativo actual, mientras que un estado
proactivo funcionaría como un capitalista de riesgo a gran escala.
Pero
quizás el gran ausente de ambos pensamientos sea el viejo ideal del
estado de bienestar, es decir, que podemos procrear a voluntad en un
mundo donde nuestros descendientes tienen garantizada una existencia
segura. Con todos sus sustanciales desacuerdos, ambos descartan esta
posibilidad como una fantasía del siglo XX que fue realidad solo de
manera temporal en el norte de Europa unas pocas décadas tras la Segunda
Guerra Mundial.
Tras
ese descarte se adivina la sensación de que la forma que tiene la
humanidad de verse a sí misma está sufriendo una gran transformación
que, sin embargo, avanza en dos direcciones diametralmente opuestas a la
vez, en lo que he llamado "la Humanidad 2.0."
Quienes
sostienen posturas preventivas preferirían un reacercamiento a nuestros
humildes orígenes animales, de los que nos hemos desviado demasiado
tiempo, mientras que los exponentes del principio proactivo acelerarían
el alejamiento de nuestro pasado evolutivo. Como mínimo, rediseñarían
nuestra biología, o la reemplazarían por completo con un sustrato más
duradero e intelectualmente superior.
Sin
duda, los principios preventivo y proactivo se encuentran todavía en
posiciones relativamente marginales del discurso político predominante,
pero tienen el potencial de desplazar el eje ideológico en 90 grados. La
derecha se encuentra dividida entre tradicionalistas y liberales,
mientras que la izquierda lo está entre comunitarios y tecnócratas. En
el futuro, creo yo, los tradicionalistas y los comunitarios formarán
parte del polo preventivo del espectro político, mientras que los
liberales y los tecnócratas formarán el polo proactivo.
Serán
la nueva derecha e izquierda o, más bien, se ubicarán abajo y arriba.
Un grupo estará arraigado a la tierra, mientras que el otro oteará hacia
los cielos.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
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