lunes, 28 de mayo de 2012

El futuro del conflicto ideológico



La recién concluidas elecciones presidenciales francesas parecen sugerir que las viejas divisiones de izquierdas y derechas siguen con buena salud (y, desde luego, en su lugar de nacimiento). ¿Es realmente así?
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Illustration by Paul Lachine
El moderno espectro político es consecuencia de la disposición de los asientos en la Asamblea Nacional Francesa después de la revolución de 1789. A la derecha del presidente de la Asamblea estaban los partidarios del rey y de la iglesia, mientras que a la izquierda se sentaban sus oponentes, cuyo único punto de acuerdo era la necesidad de realizar reformas institucionales. La distinción aprovechaba arraigadas asociaciones culturales que relacionan la diestra y la siniestra con la confianza y la desconfianza respectivamente, en este caso, del statu quo.

En retrospectiva, es notable el que esta distinción haya logrado definir alianzas políticas partidistas por más de 200 años, absorbiendo los grandes movimientos tanto reaccionarios como radicales de los siglos XIX y XX. No obstante, la disminución de la participación de los votantes en la mayoría de las democracias actuales sugiere que puede que esta forma de conceptualizar las diferencias ideológicas esté quedando obsoleta. Algunos hasta han llegado a sostener que las ideologías y los partidos son irrelevantes en un panorama político cada vez más fragmentado.

Sin embargo, una división que se cierne en el horizonte podría reinventar la distinción entre derechas e izquierdas para el siglo XXI: las actitudes preventivas frente a las "proactivas" hacia el riesgo, como principios de formulación de políticas. En términos de psicología social, las primeras se centran en la prevención de los peores resultados, mientras que las segundas buscan promover las mejores oportunidades disponibles.

El principio preventivo es el más conocido de los dos, y figura cada vez más en la legislación ambiental y sanitaria. Normalmente se entiende como el Juramento Hipocrático aplicado a la ecología mundial: por encima de todo, no hacer daño. Por el contrario, el principio proactivo se asocia con futuristas para quienes ser "humanos" viene definido por nuestra capacidad para mantenernos a la delantera tras asumir riesgos calculados, ya sea por beneficiarnos de los éxitos o aprender de los fracasos.

La diferencia entre los dos principios queda más de manifiesto en sus implicaciones sobre la relación entre ciencia y tecnología. Los políticos preventivos invocan la incertidumbre científica para limitar la innovación tecnológica, mientras que sus homólogos proactivos la fomentan como una extensión del método de prueba de hipótesis científicas.

También difieren sutilmente en su concepción del ser humano. Quienes sostienen posturas preventivas aspiran a una humanidad "sostenible", lo que invariablemente significa que nazcan menos personas y que cada uno tenga un efecto menor sobre el planeta. Las personas con inclinación proactiva no ven inconveniente a que la población humana del planeta aumente de manera indefinida, ni más ni menos que como una serie de experimentos sobre la vida, independientemente de los resultados.

No es de extrañar el que los líderes políticos y empresariales convencionales no se sientan completamente a gusto con ninguno de los grupos. Después de todo, las autoridades preventivas darían más valor económico a la conservación que al crecimiento, mientras que el campo proactivo animaría a las personas a trascender las normas actuales en lugar de adherirse a ellas. Una empresa preventiva se vería como una versión en miniatura del estado normativo actual, mientras que un estado proactivo funcionaría como un capitalista de riesgo a gran escala.

Pero quizás el gran ausente de ambos pensamientos sea el viejo ideal del estado de bienestar, es decir, que podemos procrear a voluntad en un mundo donde nuestros descendientes tienen garantizada una existencia segura. Con todos sus sustanciales desacuerdos, ambos descartan esta posibilidad como una fantasía del siglo XX que fue realidad solo de manera temporal en el norte de Europa unas pocas décadas tras la Segunda Guerra Mundial.

Tras ese descarte se adivina la sensación de que la forma que tiene la humanidad de verse a sí misma está sufriendo una gran transformación que, sin embargo, avanza en dos direcciones diametralmente opuestas a la vez, en lo que he llamado "la Humanidad 2.0."

Quienes sostienen posturas preventivas preferirían un reacercamiento a nuestros humildes orígenes animales, de los que nos hemos desviado demasiado tiempo, mientras que los exponentes del principio proactivo acelerarían el alejamiento de nuestro pasado evolutivo. Como mínimo, rediseñarían nuestra biología, o la reemplazarían por completo con un sustrato más duradero e intelectualmente superior.

Sin duda, los principios preventivo y proactivo se encuentran todavía en posiciones relativamente marginales del discurso político predominante, pero tienen el potencial de desplazar el eje ideológico en 90 grados. La derecha se encuentra dividida entre tradicionalistas y liberales, mientras que la izquierda lo está entre comunitarios y tecnócratas. En el futuro, creo yo, los tradicionalistas y los comunitarios formarán parte del polo preventivo del espectro político, mientras que los liberales y los tecnócratas formarán el polo proactivo.

Serán la nueva derecha e izquierda o, más bien, se ubicarán abajo y arriba. Un grupo estará arraigado a la tierra, mientras que el otro oteará hacia los cielos.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

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