5/7/2012
La semana pasada visitó Barcelona la escritora búlgara en lengua
alemana Herta Müller, premio Nobel de Literatura. El título de su
conferencia era “La lengua como patria”, pero matizó esta formulación
al sostener que “la lengua no es una patria; en todo caso, la patria
del escritor es lo que se dice en esa lengua”. En efecto, lo importante
es el contenido de lo que se dice, no su forma, aunque el dominio de
una lengua es imprescindible, no sólo para comunicar lo que pensamos
sino también para, simplemente, pensar.
Recordemos el aforismo de
Joseph Joubert: “Sólo buscando las palabras se encuentran los
pensamientos”.
El orden gramatical es un orden mental: no sólo cuestión de
estética, también de lógica, análisis riguroso y argumentación
racional. De ahí la importancia de la lengua en la enseñanza: dominar
una lengua es un presupuesto imprescindible para poder después entender
y razonar sobre cualquier materia, algo previo a cualquier otro
conocimiento. Pero vayamos a la actualidad.
Una sentencia del Tribunal Supremo ha anulado seis artículos de un
decreto de la Generalitat sobre la educación infantil. Un nuevo revés
judicial para el Govern catalán, el quinto en dos años y no parece que
el alud de sentencias contrarias vaya a decaer dada la insistencia en
sostenella y no enmendalla. El motivo no es nuevo: pretender que el
catalán sea la única lengua vehicular en la escuela.
Adolfo Suárez tuvo una frase genial –que probablemente le sopló
Fernando Ónega– para justificar la transición democrática: “Lo que es
normal en la calle debe ser también normal en las instituciones”. Pues
más o menos se trata de eso: una sociedad bilingüe como la catalana
debe tener instituciones bilingües, entre ellas la escuela. Sin
embargo, desde 1998 la ley catalana se empeña en lo contrario: el
catalán debe ser la única lengua vehicular. Antes no era así: ni en la
época de la II República, ni en la Generalitat provisional, ni fue la
posición de Ramon Trias Fargas, portavoz de Convergència en la
Constituyente de 1978, ni en la buena ley de 1983. Por tanto, lo que
ahora se considera un dogma de fe desde tiempos inmemoriales tiene
fecha reciente de nacimiento.
Además, el sistema de inmersión, como así se suele llamar al modelo
catalán, no es tal sistema de inmersión. Veamos. La inmersión en el
aprendizaje de lenguas es un sistema bien acreditado, probablemente el
mejor. Consiste en que alguien que quiera aprender una lengua
desconocida pase a desarrollar toda su actividad en esa lengua con
objeto de asimilarla lo mejor posible. Es un método comparable al de
enseñar a nadar a un niño arrojándolo a la piscina para que espabile. A
mediados de los años sesenta, la inmersión en la escuela se empezó a
utilizar en Quebec, con carácter voluntario, para estudiantes
anglófonos que querían aprender el francés.
Pero el modelo catalán es muy distinto. El catalán se utiliza como
lengua vehicular obligatoria no sólo para aquellos que lo desconocen
sino también para quienes lo tienen como lengua materna. Ambos se ven
perjudicados. Para los alumnos de familias catalanohablantes porque no
se les enseña bien el castellano, para los de familias
castellanohablantes porque se les añade una dificultad más en el estudio
de las demás asignaturas. Algunos creen que se trata de un sistema
habitual en países plurilingües: no es cierto. Todos los países
europeos, a excepción de Portugal, son plurilingües. Pues bien, ninguno
utiliza un sistema como el catalán, somos caso único en Europa y, que
yo sepa, en el mundo.
Últimamente se han publicado en Barcelona dos libros que critican
abiertamente este modelo catalán. El primero, es el de Félix Ovejero, La trama estéril. Izquierda y nacionalismo,
que dedica dos capítulos a esta cuestión y la trata desde el punto de
vista de la teoría de la justicia y de la democracia. El otro es el de
Mercè Vilarrubias, Sumar y no restar. Razones para introducir una educación bilingüe en Cataluña
(Editorial Montesinos, 2012). Ambos son una muestra más de la falsedad
de otro mito: que nadie discrepa en Catalunya sobre esta cuestión.
El libro de Vilarrubias está escrito desde una perspectiva nueva e
interesante: desde la razón pedagógica, no la política; es decir, sólo
desde la utilidad de las lenguas para la enseñanza. La autora es
especialista en el aprendizaje de lenguas y catedrática de inglés en la
Escuela de Idiomas de Barcelona. En su breve libro, expone de forma
clara y argumentada las debilidades del sistema catalán y las ventajas
del sistema bilingüe, añadiendo a ello la introducción progresiva del
inglés y otras lenguas extranjeras.
Nada nuevo, por otra parte: es lo que practican las mejores escuelas
privadas y concertadas de Catalunya. Vean, por ejemplo, la página web
de la famosa Escola Aula, de Barcelona, donde han estudiado,
por ejemplo, el president Mas y sus hijos. Curioso: el bilingüismo se
exhibe como reclamo en las webs de las escuelas de élite. La
Generalitat incumple las sentencias y ciertos colegios ignoran las
leyes de la Generalitat. ¡Qué país!
Francesc de Carreras. Catedrático de Derecho Constitucional en la UAB.
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sábado, 7 de julio de 2012
Lengua: dos libros discrepantes, de Francesc de Carreras en La Vanguardia
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