miércoles, 9 de octubre de 2013

La guerra secreta no descansa

MARC BASSETS – Washington. Corresponsal – foto ANTONY NJUGUNA / REUTERS / ARCHIVO – LA VANGUARDIA – 7 de octubre de 2013
Obama lanza operaciones contra Al Qaeda y sus aliados en Libia y Somalia

África es el escenario de la lucha de EE.UU. contra el terrorismo

Los Navy Seals y el equipo Delta Force son el ejército en la sombra que ejecuta las guerras de Obama
ASALTO FALLIDO Los Navy Seals, obligados a retirarse tras un tiroteo en la costa somalí
SECUESTRO CUESTIONADO El Gobierno libio critica a Washington por la captura de un supuesto terrorista

No es metafísica, es la guerra moderna. “Somos materia oscura, somos la fuerza que ordena el universo pero que nadie quiere ver”. La frase, atribuida por The Washington Post a un miembro de los Navy Seals –el grupo de élite de las fuerzas armadas de Estados Unidos que en el 2011 mató a Osama bin Laden–, define bien las nuevas guerras de Barack Obama. Sigilosas y letales. Con pocos costes ante la opinión pública y eficientes a la hora de cazar a sospechosos de terrorismo.

El doble asalto de las fuerzas especiales, el sábado en Libia y Somalia, es la última demostración de fuerza del ejército secreto que el presidente Obama ha colocado en el centro de su política antiterrorista.
Un grupo del equipo Delta Force, del ejército de EE.UU., capturó en Trípoli, la capital de Libia, a Nazih Abdul Hamed al Ruqai, alias Abu Anas al Libi, un dirigente de Al Qaeda acusado por la justicia norteamericana de participar en agosto de 1998 en los atentados contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania, que dejaron más de doscientos muertos. Horas antes, un equipo de Navy Seals desembarcó antes del amanecer en un pueblo en la costa somalí con el objetivo de capturar a un militante del grupo Al Shabab, aliado de Al Qaeda, supuesto responsable del asedio, a finales de septiembre, de un centro comercial en Nairobi, la capital de Kenia.

Las operaciones coinciden con el cierre parcial de la Administración federal en Washington por falta de acuerdo presupuestario en el Congreso. La capital trabaja a medio gas, y el presidente se ha visto obligado a suspender una gira asiática, pero el mensaje en Libia y Somalia es claro: en el frente antiterrorista, la primera potencia mundial no descansa.

“Las operaciones en Libia y Somalia envían un mensaje fuerte al mundo: Estados Unidos no ahorrará ningún esfuerzo para que los terroristas respondan de sus actos, sin importar dónde se escondan ni durante cuánto tiempo escapen a la justicia”, dijo en un comunicado el secretario de Defensa, Chuck Hagel.

El doble asalto, sin embargo, no fue un éxito pleno. En Trípoli, el comando de EE.UU. secuestró al líder de Al Qaeda y lo sacaron del país con destino desconocido, pero la acción, una vulneración de la soberanía nacional de un aliado de EE.UU., ha provocado las protestas del Gobierno libio. En Barawe, la población costera en Somalia donde vive el miembro de Al Shabab buscado por EE.UU., los Navy Seals tuvieron que retirarse sin saber si el objetivo había muerto.

Después de entre 15 y 20 minutos de tiroteo en una casa frente a la playa donde debía encontrarse el objetivo, los miembros del Equipo 6 de los Navy Seals –la misma unidad que mató a Bin Laden en Afganistán– dieron por terminada la misión, según informa la agencia Associated Press.

No está claro si el equipo que a las 6.15 de la mañana del sábado capturó a Al Libi, de 49 años, en Trípoli, estaba exclusivamente formado por norteamericanos o, como afirma un testimonio citado por el diario The Guardian, también incluía a libios. Según el hermano de Al Libi, Nabih, los secuestradores tenían aspecto extranjero, informa Associated Press. Al Libi estaba aparcando frente a su residencia cuando tres vehículos le rodearon.

Varios pistoleros rompieron las ventanas del coche y se llevaron al supuesto líder terrorista, un veterano activista contra Muamar el Gadafi –el líder libio derrocado en el 2011 con la ayuda de EE.UU.– y especialista informático en Al Qaeda. EE.UU., que llevaba 15 años buscándole, ofrecía una recompensa de cinco millones de dólares por su cabeza.

Desde que en el 2009 llegó a la Casa Blanca, el presidente Obama ha transformado las guerras de EE.UU. Tras una década en Asia Central y Oriente Medio, África ocupa un lugar cada vez más prominente. Y de la guerra tradicional con decenas de miles de soldados ha pasado a la guerra secreta con unidades de élite.

Obama retiró a las tropas de Iraq y ha fijado para el año que viene el fin de los combates en Afganistán. Nadie en Washington quiere repetir las experiencias de Iraq y Afganistán, dos guerras que EE.UU. no ha ganado y que le han costado miles de muertos y centenares de miles de millones de dólares. Los recientes titubeos de la Administración Obama ante una posible intervención en Siria –finalmente suspendida– se explican en parte por el temor a verse arrastrada en otra guerra como aquellas.
La alternativa de Obama ha sido combatir a Al Qaeda y a grupos asociados con métodos que escapan al escrutinio público como los aviones pilotados a distancia ( drones, o zánganos, en inglés) y operaciones con grupos especiales como las del sábado.

La Delta Force y el Equipo 6 de los Navy Seals pertenecen al Mando Conjunto de Operaciones Especiales (JSOC, en sus iniciales inglesas), creado en 1980 como un grupo de rescate de rehenes. Tras el 11-S, pasó de tener 1.800 miembros a 25.000 y a realizar operaciones clandestinas en decenas de países.

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