miércoles, 26 de marzo de 2014

Cultura de la desvinculación

Josep Miró i Ardévol
La Vanguardia, 24 de marzo de 2014 

La sociedad desvinculada. Funda­mentos de la crisis y necesidad de un nuevo comienzo es el título del libro que acabo de publicar. Persi­gue presentar un modelo explicativo, un diagnóstico integral de las causas que ha­cen que la nuestra sea una época de crisis acumuladas, en que la última desplaza a la anterior sin que resolvamos ninguna de ellas. Nuestra sociedad es como un frondo­so árbol. Sus hojas, grandes y pequeñas, bri­llantes y mustias, vigorosas y decrépitas, re­presentan las crisis que nos dañan. La ma­yoría de las gentes se fijan sólo en ellas, sin observar las vigorosas ramas que las susten­tan. Y ese es el error y la gran limitación pues nos impide considerar los orígenes de los problemas que se amontonan. Las ra­mas no son muchas, sólo siete pero son vi­gorosas porque un robusto tronco las asienta y conduce su alimento. Y este tronco es la cultura de desvinculación. Hegemónico en este país, y en casi toda Europa. La cultura que postula que la realización personal sólo se logra por medio de la satisfacción del deseo pasando por encima de todo compromiso con personas, instituciones, leyes, tradiciones, y religión, transformando el bien en una simple preferencia individualista y hedonista impulsada por el deseo destructor de los vínculos; del compromiso, del amor de donación y de reciprocidad, del deber. Configura un proceso de atomización social en palabras de Charles Taylor, la sociedad de la anomia de Durkheim. Es el fin de la virtud que señaló en 1984 Maclntyre. Como máximo sólo queda espacio para el neocorporativismo: el "qué hay de lo nuestro". Debajo, invisible, está la raíz origen y vida del árbol. La causa radical de todo: la destrucción de la razón objetiva fundamento de nuestra civilización, que Max Horkheimer define como la concepción que articula la preferencia individual con el mundo objetivo de las relaciones entre hombres, clases sociales, e instituciones; con la naturaleza y sus manifestaciones. La razón objetiva es un relato más grande que nuestras historias personales, a las que aporta finalidad y sentido, las hace mejores y más grandes, facilita el bien común. La razón objetiva era la bóveda que nos acogía, y que podíamos transformar pero nunca destruir como han hecho, dejándonos a la intemperie y viviendo entre ruinas. Por eso necesitamos un nuevo comienzo para reconstruir la bóveda que nos proteja. 

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