lunes, 19 de octubre de 2015

El eterno dilema. Angus Deaton




FERNANDO TRÍAS DE BES, ESCRITOR Y ECONOMISTA.PROFESOR ASOCIADO DE ESADE

LA VANGUARDIA, 18-10-2015

Este lunes, la Academia Sueca de las Ciencias galardonó al escocés residente en Estados Unidos Angus Deaton con el premio Nobel de Economía por “su análisis sobre el consumo, la pobreza y el bienestar”.

Ha sido un premio merecido. Son muchas las ideas y aportaciones de Deaton. Muchas de sus conclusiones, algunas controvertidas, nos muestran un eterno dilema que conduce a los dos polos opuestos de ideología política: liberalismo y socialismo.

Deaton llega a cuatro terribles conclusiones, en distintos ámbitos, que quisiera destacar.

Una, el mundo es mucho mejor hoy, pero es terriblemente más desigual. La esperanza de vida ha pasado de los treinta a los ochenta años en apenas unas décadas. Los índices generales de pobreza se re¬ducen. Sin embargo, las desigualdades persisten e incluso se extreman, ideas que están en la línea del economista francés Thomas Piketty y su conocida obra El capital en el siglo XXI.

Dos, que las ayudas al desarrollo no son siempre beneficiosas para los países pobres y, en algunos han producido más daño que beneficios. Los países tienen la obligación de desarrollarse por sí mismos, han de ser capaces de crear sus propias instituciones para garantizar la salud, la educación y la cultura. Son ellos quienes deben ser autónomos con su ciudadanía y sus necesidades. Las donaciones desde el exterior son, sin duda, una gran ayuda en casos perentorios, hambre, enfermedades, desplazados de guerra, lucha contra plagas y pandemias. Sin embargo, en ciertas ocasiones, dificultan esa autonomía que los estados deben ser capaces de aprender a desarrollar. Deaton estima que ninguna ayuda debe ser superior al 50% de la producción total de un país o nace la corrupción y la incapacidad para auto gestionarse. Deaton no es, por tanto contrario a las ayudas internacionales y labores de oenegés, pero propone limitarlas en la cuantía y en la función que deben tener: situaciones donde la ética, caridad y la moral obliguen a ello.

"Ninguna ayuda debe ser superior al 50% de la producción total de un país o nace la corrupción y la incapacidad para autogestionarse”

Tres, en un ámbito muy distinto pero un mismo trasfondo, Deaton sostiene que la desigualdad es nociva y que provoca inestabilidad social, pone en riesgo la democracia y favorece la marginación de ciertos colectivos desfavorecidos que no pueden acceder a las mismas oportunidades que los más agraciados. Sin embargo, cuando la desigualdad es producto del emprendimiento, estamos ante una forma positiva de desigualdad. Por simplificarlo: si Amando Ortega, gracias a su intrepidez, imaginación, acierto y visión se convierte en uno de los hombres más ricos del mundo, la desigualdad aumenta porque los cálculos de distribución de riqueza se ven afectados. Mucho dinero en manos de po¬cos supone más desigualdad. Ahora bien, esta desigualdad es producto de un incentivo personal que produce empleo, creci-miento económico y desarrollo. ¿No sería contraproducente eliminarlo?

La cuarta y última idea es devastadora. Deaton escribe: “El desarrollo no es un problema técnico o económico, sino político”. En otras palabras, los economistas sabemos cómo erradicar la pobreza. Lo que lo impide es la política, especialmente cuando esta es corrupta y basada en el enriquecimiento personal a través de lo público. Debe limitarse al máximo el poder político y el tamaño de las instituciones. Sin embargo, eso debilita las políticas sociales, necesarias para la equidad.

EL INDIVIDUO 0 EL PUEBLO

Estas cuatro ideas de Deaton tienen un denominador común y que es el eterno debate de la economía, que nace en Adam Smith y desemboca en Marx.

El interés individual versus las necesidades sociales. Lo privado contra lo público. El individuo o el pueblo como beneficiarios principales de la economía.

Eso nos lleva a una cuestión antropológica, como no podía ser de otra forma. El ser humano se mueve por incentivos. Si puede obtener algo, realizará un esfuerzo. Si no, se abandonará a la desidia. El fracaso de los comunismos demuestra que el todo para todos no funciona porque el incentivo es desigual. Es el beneficio que obtendrá vendiendo pan el motivo por el cual el panadero se levanta a las cuatro de la mañana a trabajar. No satisfacer el hambre de sus congéneres, escribió el padre del liberalismo económico.

Sin embargo, el liberalismo atroz va dejando a seres huma¬nos en la cuneta. No todos gozan de las mismas oportunidades. Y, como demuestra Deaton, el in¬centivo personal produce desigualdad. Grandísima y terrible conclusión. El egoísmo pone en marcha la economía y al mismo tiempo la pone en riesgo.

Por otro lado, sabemos desde Plauto, en el siglo I a. C., que el lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro. Tenemos ya constancia de a dónde conduce el liberalismo sin una proporción suficiente de conciencia social, de redistribución de la renta y oportunidades. La res pública debe corregir lo que el interés individual, sea por desconocimiento o por maldad, produce de forma colateral. Efectos secundarios de un medicamento llamado libertad.
Y así andamos en economía y así sufrimos en política. Tratando de encontrar el modo de incentivar y corregir. De premiar y repartir. De enriquecer y tributar.

Eterno dilema que no resolverá ni ciencia ni religión. Porque no estamos ante un problema económico, sino político. La honradez en política es condición sine qua non para que cualquier teoría económica pueda ser aprovechada.

"La desigualdad es nociva y provoca inestabilidad, pero cuando es producto del emprendimiento, estamos ante una forma positiva de desigualdad”

Y volvemos a la antropología. A la naturaleza del ser humano, capaz de lo mejor o capaz de lo peor; de emocionarse y darse al otro o de matar por ideales. Y ahí detrás está agazapada la economía, tratando de encontrar a través de las ideas y la investigación las mejores formas de resolver las contradicciones que subyacen en el propio ser humano.

En fin. Enhorabuena a Angus Deaton por el Premio Nobel, por hacernos pensar y mantener vivas las cuestiones que ya identificaron, a su manera, los filósofos griegos y pensadores latinos, y por rescatar aquello de bueno que tanto tienen el liberalismo atroz y el socialismo utópico. La virtud está en el punto medio, como dijo Aristóteles, considerado por muchos el primer economista de la historia. Ahí seguimos.

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