Written by Xavier Sala i Martin
El
libro del economista francés, Thomas Piketty está arrasando en todo el
mundo. Pocos libros de investigación económica han tenido el impacto que
está teniendo “Capital in the XXIst Century” (así es como se titula):
no solo ha sido un éxito de ventas sino que, además, ha generado un
debate entre economistas y políticos como pocos libros han generado en
la historia de la literatura económica. No diré que el libro ha sido un
éxito inmediato porque hace ya más de un año que se publicó la versión
original en francés y en Francia el libro pasó sin pena ni gloria (o,
para ser más preciso, sin más pena ni más gloria de la que tienen todos
los libros de economía). Supongo que la razón es que, en Francia, Thomas
Piketty es conocido por ser uno de los asesores del Partido Socialista
(fue el asesor económico de Ségolène Royal en 2007 y asesoró a François
Hollande sobre el impuesto de 75% a la renta de los ricos durante las
últimas presidenciales). Por lo tanto, en Francia nadie se sorprendió
que Piketty escribiera un libro diciendo que las desigualdades de renta
en el mundo no solo son enormes sino que están creciendo y que la
solución a ese problema es la combinación de impuestos sobre las
herencias, la riqueza y de hasta el 80% de la renta de los ricos. Es
más, en Francia, hablar de “las contradicciones fundamentales del
capitalismo” es bastante común por lo que el libro de Piketty no
sorprendió a nadie.
En
Marzo de 2014, sin embargo, la versión inglesa del libro fue publicada
en Estados Unidos y el impacto fue instantáneo. La tesis principal del
libro es que las
desigualdades de riqueza y de renta en algunos países desarrollados han
aumentado desde 1970 y que ese aumento es el problema fundamental del
capitalismo moderno. Desde la crisis de 2008, los propios
norteamericanos están muy preocupados por la evolución de las
desigualdades en su propio país. Y aunque algunos comentaristas de
izquierda (Paul Krugman o Joseph Stiglitz por ejemplo) hace tiempo que
hablan de las consecuencias potencialmente terroríficas del capitalismo,
el pueblo llano americano no está acostumbrado a escuchar proclamas
como las de Piketty. Ni siquiera Kruman y Stiglitz estaban acostumbrados
a oír ese tipo de proclamas por lo que han celebrado con un ruido
inusitado el libro del economista.
En
este post intentaré hacer un breve resumen crítico de lo que considero
lo más destacado del libro (y digo intentar porque siempre es complicado
resumir 577 páginas).
De
entrada, Piketty debe ser felicitado porque su obra es el resultado de
un esfuerzo titánico de colección de datos realizados por él mismo y un
conjunto de coautores. Los datos nos permiten analizar una parte
importante de la historia económica durante más de 200 años. También
debe ser felicitado por hacer accesibles todos esos datos (en total, hay 75 bases de datos (repito, 75 bases de datos)
a la comunidad universitaria de todo el mundo. Los economistas que
normalmente trabajamos con datos, sobre todo los que nos dedicamos a
estudiar la evolución de la distribución de la renta, las desigualdades y
la pobreza en el mundo, debemos agradecer el esfuerzo y la
transparencia a la hora de divulgar los datos). Felicitaciones, pues, a
Thomas Piketty por haber escrito un gran libro.
INTRODUCCIÓN
Después
de hacer un repaso al pensamiento de economistas y filósofos clásicos
del Siglo XVIII y XIX (Malthus, Ricardo, Marx…), Piketty empieza su
introducción presentando la tesis principal del libro. Es lo que él
llama, “fuerza fundamental de la divergencia y la contradicción principal del capitalismo: r>g”.
La letra “r” denota la tasa de retorno del capital. La letra “g” denota
la tasa de crecimiento de la economía. La expresión, “r>g”, que
tanto éxito ha tenido en los medios de comunicación, quiere decir que el
retorno que da del capital (r), es superior a la tasa de crecimiento de
la economía (g).
La desigualdad “r>g” es la clave del libro de Piketty y, según él, resume todas sus conclusiones. En sus propias palabras: “cuando
la tasa de retorno del capital es superior a la tasa de crecimiento de
la economía, la lógica dicta que la riqueza heredada crece más que el
PIB y el ingreso de las personas” (pàg 25). Y
esa es el mensaje fundamental del libro: dado que la tasa de retorno
del capital es superior a la tasa de crecimiento de la economía (y por
lo tanto de los salarios), los “capitalistas” obtienen una parte cada
vez mayor del pastel, que dejan en herencia a sus hijos que, por lo
tanto, ya nacen ricos. El retorno de la riqueza heredada que van a
obtener los también será superior a la tasa de crecimiento aunque no den
golpe en toda su vida. Y, así, las dinastías de ricos son cada vez más
ricas en relación a los trabajadores y el capital que poseen son cada
vez más grande en relación al resto de la economía. Ese
aumento constante de las desigualdades es un problema fundamental para
el capitalismo porque genera inestabilidad política: según Piketty, la
masa de trabajares pobres se acabará rebelando contra la minoría rica y,
a través de la democracia o de la violencia, destruirá el sistema. Esa
es la “contradicción central del capitalismo”, contradicción que le
llevará en última instancia a su autodestrucción. Para solucionar el
problema hace falta poner impuestos a las herencias y al capital, para
romper las dinastías de multimillonarios y evitar que acaben dominando
la economía. Todo a partir de la constatación de que la tasa de retorno
del capital es superior a la tasa de crecimiento de la economía. Todo a
partir de “r>g”.
Esta lógica de Piketty, sin embargo, tiene un pequeño problema: ¡ES FALSA!
Que la tasa de retorno del capital, r, sea superior a la tasa de
crecimiento de la economía, g, lejos de ser una “contradicción del
capitalismo” es una condición de eficiencia económica que los
economistas han bautizado como “eficiencia dinámica”.
Si una economía tiene “r<g”, es ineficiente en el sentido de que ha
ahorrado demasiado. Es decir, si “r<g", la generación actual podría
aumentar su consumo (reduciendo su ahorro), sin que ninguna de las
generaciones futuras se vea obligada a sufrir. En este caso el ahorro
sería ineficientemente grande por lo que sería socialmente deseable que
se redujera hasta que "r>g". Y eso sería tan cierto en una economía
capitalista como una economía planificada. Calificar, pues, a la
desigualdad "r>g" de “contradicción central del capitalismo” es una
aberración.
Es más, contrariamente a lo que afirma Piketty, el
hecho de que r sea superior a g no implica ni que los ricos pasen sus
ahorros a sus hijos, ni que la riqueza crezca más que el PIB, ni que las
dinastías de ricos sean cada vez más ricas, ni que las desigualdades
sociales crezcan. Imaginemos, por ejemplo, un mundo en que los
individuos trabajan de jóvenes y se retiran cuando son ancianos.
Sabiendo que algún día se van a retirar, cuando son jóvenes, ahorran un
dinero y lo invierten. Cuando son ancianos, utilizan sus ahorros (y la
tasa de retorno de sus ahorros) para sobrevivir. No dejan ni un dólar de
herencia a sus hijos y mueren sin nada. Los hijos hacen lo mismo que
los padres y, así, generación tras generación. Todos los economistas
saben que en ese mundo de “generaciones sobrelapadas” (del inglés
“overlapping generations”) la tasa de retorno del capital, r, puede ser
superior, igual o inferior a la tasa de crecimiento, g(1). Si
la economía es dinámicamente eficiente, entonces será cierto que
"r>g" y, sin embargo, ¡nadie deja ni un euro de herencia! Es decir, a diferencia de lo que dice Piketty, la
lógica no dicta, de ninguna manera, que "r>g" implique que la
riqueza heredada crezca más que el PIB, entre otras cosas porque la
riqueza heredada puede ser exactamente cero en mundos donde "r>g"!
En el mundo real, lógicamente, los ricos no consumen todo lo que tienen
y dejan una parte de su riqueza en herencia a sus hijos. También es
cierto que muchos de ellos se gastan una parte importante de esa riqueza
en fiestas fastuosas, barcos, aviones, viajes de lujo o en acciones
filantrópicas como las de Bill Gates o Warren Buffet. Además, a
diferencia de lo que pasaba en tiempos antiguos, donde toda la riqueza
iba a parar a un solo heredero, ahora los bienes de los ricos se
reparten entre multitud de hijos (a menudo de diferentes matrimonios) de
manera que un abuelo muy rico puede llegar a tener nietos muy pobres.
De todos es conocido el dicho que describe al abuelo creador de la
fortuna, sus hijos que la amplían y los nietos que la dilapidan. El
mundo podría tener "r>g" y, a su vez, estar lleno de familias cuyos
abuelos crean fortunas, hijos las hacen crecer y los nietos las
destruyen. Y, contrariamente a lo que dice Piketty, en ese mundo no
habría dinastías cada vez más ricas y poderosas y, sin embargo, seria
cierto que "r>g"!.
Por
lo tanto, la lógica de Piketty es absolutamente falsa: puede ser que r
sea más grande que g y eso es perfectamente compatible con herencias
enormes, herencias pequeñas, herencias de dos generaciones o herencias
nulas. O dicho de otro modo, la fuerza fundamental de la divergencia es, en realidad, compatible con unas desigualdades de riqueza cada vez mayores, cada vez menores o simplemente iguales. (2)
Solo
un estudio detallado sobre las herencias nos puede iluminar sobre si
las herencias son clave para explicar las desigualdades. ¡La relación
"r>g" no nos dice absolutamente nada sobre ese tema!
PRIMERA PARTE: “Renta y Capital”
En
la primera del libro, Piketty analiza la evolución de la tasa de
crecimiento de la economía. Su argumento principal es que las tasas de
crecimiento a lo largo de la historia siempre han sido pequeñas y que
las elevadas tasas que vivimos durante la posguerra fueron una anomalía
(fruto de la reconstrucción después de la guerra y la convergencia
de Europa con los Estados Unidos). Para los países ricos, el
crecimiento en las última décadas está siendo mucho menor y lo más
probable es que durante el siglo XX sea todavía más bajo. Los datos para
Europa y Estados Unidos desde 1700 hasta 2012 se pueden ver en el
siguiente gráfico.
De hecho, la tesis de que “lo ocurrido entre 1950 y 1970 es una aberración histórica” se repite a lo largo del libro.
Está
claro que las tasas de crecimiento después de la guerra contienen
aspectos de la convergencia que ocurre cuando un país es destruido por
una guerra y empieza la reconstrucción. Ocurre en Europa y Japón (los
países cuyo capital fue mayormente destruido durante la guerra) y menos
en Estados Unidos o Canadá (cuyo capital físico quedó intacto, aunque no
su capital humano).
Piketty argumenta que la tasa de crecimiento mundial ha aumentado en los
últimos tiempos porque la mayoría de países emergentes está
convergiendo hacia los países líderes en tecnología. Es decir,
dado que “copiar” es más fácil que “inventar”, los países que van detrás
pueden crecer más aceleradamente que los que van delante. Pero una vez
hayan copiado todo, solamente podrán crecer al ritmo del líder. Es por
eso que Piketty predice que la tasa mundial de crecimiento se desacelerará una vez los emergentes estén en la frontera de la tecnología.
A partir de ese momento, la tasa de crecimiento será parecida a la que
tuvieron los líderes durante el siglo XIX, es decir, un 1,5% anual. La evolución del crecimiento del PIB durante el siglo XX y sus proyecciones para el Siglo XXI son las siguientes:
Comentarios: Una
gran parte del libro utiliza estas proyecciones para predecir las
catástrofes que esperan al sistema capitalista durante el próximo siglo.
De hecho, Piketty habla constantemente de la “curva de crecimiento en
forma de campana” como si fuera una realidad. El hecho, sin embargo, es
que el gráfico 2.4 que reproduzco más arriba, combina
datos que ya tenemos porque corresponden al pasado (los que van desde
el año 0 hasta 2012) con datos que corresponden a predicciones. Los datos reales, que lógicamente se acaban en 2012, demuestran una tasa de crecimiento cada vez mayor. Repito, CADA VEZ MAYOR: No
es verdad que el crecimiento global haya disminuido. Durante las
últimas décadas hemos visto como los países pobres crecían como nunca
habían hecho antes y eso ha hecho que la tasa de crecimiento del mundo
haya ido aumentando. Y también ha hecho que las tasas de pobreza del mundo sean cada vez menores.
Esa es la realidad. A partir de aquí, Piketty conjetura (repito,
conjetura!) que el crecimiento se acelerará hasta 2030 y a partir de ese
momento, bajará hasta 2100, formando la “forma de campana”. No
hace falta decir que ni Piketty, ni las Naciones Unidas, ni nadie es
capaz de predecir si las tasas de crecimiento del futuro van a ser
superiores, inferiores o iguales a las del último siglo. Y
todas las teorías (incluida la forma de campana) que se basen en la
hipótesis (repito, hipótesis) de que los países emergentes convergerán
hacia el líder y la tasa de crecimiento del líder volverá a ser la del
siglo XIX.
Pero
es más, fijémonos en el siguiente gráfico hecho por mi colega Maxim
Pinkovskiy (de la FED de New York) en el que aparece el (logaritmo del)
PIB del país tecnológicamente líder: hasta 1900 el líder era Gran
Bretaña y a partir de entonces Estados Unidos. Recordad que la pendiente
de esa gráfica es la tasa de crecimiento. Si la tasas de crecimiento
durante el siglo XX hubiera sido constante, el PIB del país líder
hubiera seguido la línea roja. El gráfico demuestra que la curva azul,
con crecimiento acelerado, describe mucho mejor que la roja la evolución
del PIB. Yo no sé si durante el
siglo XXI, la tasa de crecimiento bajará hasta volver a los niveles del
siglo XIX o se mantendrán elevadas. Tampoco sé si las tasas convergirán
hacia los niveles que marcan la línea roja o la línea azul. Lo que sí sé, es que Piketty tampoco lo sabe. Y también sé que si Piketty hubiera escrito su libro en 1900, habría cometido un enorme y creciente error porque, en
realidad, el crecimiento del PIB del líder mundial hacia el que todos,
supuestamente, acabaremos convergiendo, ha aumentado a lo largo del
siglo. Cuidado, pues, con hacer predicciones de crecimiento a largo
plazo.
Finalmente, un apunte sobre la medición del PIB. Cada vez más son los economistas que dicen que la
contabilidad nacional, tal y como la tenemos planteada hoy, no capta
demasiado bien el progreso tecnológico en el sector servicios.
Por ejemplo, nadie duda que Google o Facebook están teniendo un impacto
brutal en nuestras vidas, en nuestra eficiencia a la hora de trabajar o
estudiar. Sin embargo, la contabilidad nacional dice que ni Google ni Facebook generan prácticamente Producto Interior Bruto.
El cambio tecnológico que genera nuevos productos tampoco acaba de
medir bien el crecimiento (los economistas medimos bien el cambio de
precios de productos existentes, pero como se mide el cambio del precio
de, por ejemplo, la Viagra entre el año antes y el año en que aparece la
pastilla?). De hecho, en 1995,
el senado norteamericano reconoció este tipo de problemas y encargó un
estudio a una comisión liderada por el profesor Michael Boskin (conocido
como el “Boskin Report”). Básicamente, la comisión Boskin estimó que
los actuales métodos estadísticos tienden a INFRAESTIMAR las tasas de
crecimiento en un 1,1% ANUAL! Es
decir, el crecimiento de los Estados Unidos entre 1990 y 2012 no fue,
en realidad de 1,5% sino de 2,6%. A medida que el progreso tecnológico
en el sector servicios se acentúe, este problema de medición ser irá
agravando. Llegará un momento en que los expertos contables tendrán que
hacer frente a esa realidad y tendrán que cambiar la metodología de
cálculo del PIB.
SEGUNDA PARTE: “La dinámica del ratio capital/PIB”
En
la segunda parte, Pikety muestra los datos más importantes del libro:
la evolución de la cantidad de “capital” de una economía en relación al
PIB. Muestra los datos para el Reino Unido, Francia, Alemania, Estados
Unidos y Canadá.
Antes de empezar, hay que explicar que, para
Piketty, capital y riqueza son equivalentes ya que no distingue entre
riqueza que sirve para producir (capital) o riqueza que sirve para
habitar (casa). Para Piketty, el capital (y la riqueza)
de un país, incluye el capital productivo extranjero, el capital
productivo doméstico, las tierras agrícolas y las viviendas. Curiosamente, no incluye bienes durables (coches, ordenadores, muebles, neveras, Ipads, equipos de música).
Este será un factor importante más tarde, cuando se afirma que el 50%
de la población del país no tiene ningún tipo de riqueza. En realidad,
para el 50% de la población, los bienes durables tienen un valor
aproximado de entre 20.000 y 30.000 euros. Pero Piketty no los incluye
en su estimación de la riqueza aunque para un gran número de ciudadanos
pobres toda su riqueza está invertida en bienes duraderos.
En
el Gráfico 3.2 se muestra la evolución del VALOR del capital en
Francia. El valor capital en el siglo XVIII era unas 7 (o 700%) veces el
valor de todo un año de PIB en Francia. Es decir, si en aquella época
se ahorrara todo lo que se produce en Francia durante un año, se
tardarían 7 años en acumular la riqueza que había en el país. Ese número
cayó en picado durante la gran depresión hasta el 300%. Se mantuvo a
ese nivel hasta los años 50 y ha partir de ahí, volvió a subir hasta
superar de nuevo el 600% en 2010. No mostraré los gráficos para Reino
Unido o Alemania porque son esencialmente idénticos.
El
capital en los países europeos, pues, forma una especie de “U”: es alta
durante los siglos XVIII y XIX, cae a principios del siglo XX y se
recupera hasta alcanzar los niveles del siglo XIX a principios del siglo
XXI. Piketty considera que esa evolución no corresponde a una
transformación estructural del capitalismo. La caída del capital a lo
largo del siglo XX es solo el resultado de ninguna transofrmación sino
que es debido a la gran depresión y a las guerras mundiales.
Piketty le da mucha importancia al incremento del capital a partir de los años 50 y, sobre todo, de los años 70. En
el gráfico 5.3 nos muestra la evolución de la relación entre el capital
y el PIB desde 1970 hasta 2010 para 8 países ricos. Vemos que todos
muestran una tendencia a aumentar.
De alguna manera, ese aumento viene a confirmar la teoría fundamental de Piketty y le permite formular el siguiente relato: los
capitalistas obtienen un retorno, r, que es superior a la tasa de
crecimiento de la economía. Eso hace que su riqueza sea cada vez mayor y
que la pasen en herencia a sus hijos. Éstos, al nacer ricos, pueden
vivir de las rentas del capital sin necesidad de trabajar. Y poco a
poco, el capital va creciendo en relación al resto de la economía. La
tendencia natural, pues, es que la relación entre el capital y el PIB
vaya aumentando. La única razón por la que no aumentó durante el siglo
XX es que la primera mitad de ese siglo fue una “excepción” ya que los
grandes shocks de la gran depresión y las guerras mundiales fueron
especialmente destructivas para los ricos. Una vez acabadas las guerras,
sin embargo, la tendencia de la relación entre el capital y el PIB a
aumentar, ha vuelto a aparecer.
Pero esa interpretación de los datos tiene un problema grave.
Si analizamos la composición del capital, y lo podemos hacer volviendo
al gráfico 3.2 de arriba, vemos que en realidad hay dos hechos
fundamentales. El primero es que el valor de la tierra agrícola ha caído
constantemente desde principios del siglo XVIII. La razón es bien
simple: la agricultura representaba la mayor parte de la producción
económica en el siglo XVIII, pero poco a poco ha ido siendo substituida
por la industria y los servicios. Lógicamente, el valor de la tierra
agrícola ha caído en picado. Esa caída refleja que las rentas agrícolas
que obtenían los terratenientes del siglo XVIII (y que eran la mayor
parte de sus ingresos) han ido desapareciendo. A esa caída tendencial
del valor de la tierra agrícola se le añade una disminución del valor
del capital productivo y de las viviendas a partir de 1910 y hasta 1950,
seguramente (como dice Piketty) debido a la gran depresión y a las
guerras mundiales. A
partir del 1950, el aumento del capital se produce casi exclusivamente
gracias al aumento del valor de las viviendas y no del capital
productivo!!! Si miramos el “capital empresarial” solamente,
vemos que la relación entre capital y PIB se mantiene básicamente
constante entre 1970 y 2010. Todo,
o casi todo, el aumento en los datos de Piketty se deben al valor de
las viviendas. Y lo mismo sucede en todos los demás países analizados en
el libro.
Es
verdad que las viviendas forman parte de la riqueza de las familias.
Pero si el aumento de la riqueza no es fruto de la acumulación de
capital productivo por parte de los ricos sino más bien del aumento del
precio de sus casas, la teoría de que los capitalistas ricos
explotan a los trabajadores pobres y por eso el capital aumenta cada vez
más en relación al resto del PIB parece cogida por los pelos.
Una
cosa es que los propietarios del capital obtengan unas rentas muy
elevadas de sus inversiones, que esas rentas sean ahorradas (y pasadas
en herencia de padres a hijos) y esos ahorros conlleven aumentos de
capital tan grandes que la relación entre capital y PIB sea cada vez
mayor. Y otra cosa es que la relación entre capital y PIB aumente porque
el capital incluye las viviendas y las casas suban de precio! Los datos
son incuestionables, pero el relato que uno debe hacer para explicar
esos datos cambia radicalmente! Y el relato de Piketty, basado en
capitalistas que tienen un poder cada vez mayor para explotar a los
trabajadores no concuerda con los datos que dicen que la parte del
capital que aumenta en relación al PIB es el valor de las viviendas!!!
Que
las viviendas suban de precio no quiere necesariamente decir que las
rentas que obtienen sus propietarios, es decir, los alquileres, también
lo hagan. De hecho, seguramente es cierto que los ricos del
siglo XVIII obtenían una gran parte de sus ingresos a partir del
rendimiento de sus tierras. Pero no es cierto que los ricos de hoy obtengan una gran parte de sus ingresos a partir de los alquileres de sus mansiones!!! Algunas
teorías económicas dicen que el valor de una vivienda debería ser
equivalente al valor presente de todos los alquileres futuros. Pero,
¿qué pasaría si eso no fuera verdad? ¿Qué pasaría si a veces el valor de
las viviendas subiera sin que eso se viera reflejado en los alquileres
como pasa, por ejemplo, cuando hay burbujas inmobiliarias? ¿Cuál sería
el valor de las propiedades inmobiliarias en ese caso? Un grupo de
investigadores Franceses(3) (Bonet, Bono, Chapelle y Wasmer),
recalculan la relación entre el capital total y el PIB para el Reino
Unido, Francia, Canadá, los Estados Unidos y Alemania, corrigiendo el
valor del capital inmobiliario por el valor de los alquileres y no el
valor de mercado. Los resultados que obtienen son muy distintos a los de
Piketty: en el caso de Francia, el
capital total no aumenta a partir de 1950 sino que se mantiene
constante entre 1950 y 2010: baja un poco entre 1950 y 1970, se queda
constante entre 1970 y 2000, y aumenta entre 2000 y 2010.

El
Gráfico 4.6 muestra la evolución del capital en los Estados Unidos. De
entrada, el capital en América es muy inferior al de Francia (y Europa):
un 300% del PIB (comparado con el 700% en Europa). La explicación es
que la tierra en los Estados Unidos en 1770 era mucho más barata que en
Europa. A partir de 1810 y hasta 1930, el capital productivo doméstico
aumenta con la gran industrialización de América y llega al máximo en
1910. Cae durante la primera guerra mundial, se recupera hasta alcanzar
el máximo absoluto en 1930. La gran depresión hace caer el capital hasta
el mínimo de 1950 y, a partir de ahí vuelve a aumentar: entre 1950 y
2010, el capital en Estados Unidos vuelve a su tendencia positiva de
largo plazo.

Como
pasaba en Francia, el gran aumento del capital desde 1950 se debe casi
exclusivamente al aumento del valor de las viviendas. Bonet y coautores
también corrigen los datos americanos (gráfico que está aquí debajo) y
valoran las viviendas no a precio de mercado sino como el valor que
generan los alquileres, vemos que, de nuevo, la
relación entre el capital total y el PIB en Estados Unidos se ha
mantenido constante alrededor de 400%, incluso ha bajado entre 200 y
2010. La conclusión a la que llega Piketty de que el valor del capital
ha aumentado a partir de 1970 se debe única y exclusivamente a cómo
valora los alquileres de las viviendas.

Se mida como se mida el valor de las propiedades inmobiliarias, lo que queda claro es que la
conclusión fundamental de Piketty que consiste en decir que la relación
entre Capital y PIB tiene una tendencia natural a crecer en una
economía capitalista no se ve confirmada en los datos una vez se
comprueba que todo el aumento del valor capital se explica por el
aumento de los precios inmobiliarios.
En
el capítulo 6, Piketty analiza la fracción de todo el PIB que se quedan
los trabajadores y la fracción que se quedan los no trabajadores
(capitalistas, rentistas, prestamistas, etc). La gráfica clave es la 6.1,
donde se ven los datos para el Reino Unido, entre 1770 y 2010 (solo
pongo el análisis del Reino Unido aunque el de los demás países es muy
parecido). En rombo negro aparece la fracción de la renta total que se
quedan los trabajadores y en cuadro blanco la que se quedan “el
capital”. Un análisis desapasionado de esta gráfica demuestra
que la fracción que se quedaban los trabajadores en 1770 ha tenido una
tendencia AL ALZA: era del 65%, ese número bajó hasta 57% en 1850, que
subió hasta el 80% en 1920, que era del mismo 80% en 1970 y que desde
entonces, ha bajado hasta el 73%. Como la fracción que se
quedan los trabajadores y la que se quedan los empresarios debe sumar el
100%, lógicamente, la evolución para los capitalistas es exactamente la
contraria que he descrito para los trabajadores. Claramente, la tendencia a lo largo de los siglo es clara: los trabajadores aumentan y los capitalistas bajan. ¿No? ¡Pues no! ¡Aquí Piketty vuelve a decir que lo importante es lo que pasa a partir de 1970!
Lo que pasa antes de 1970 es una curiosidad que no importa. Lo
importante es que la fracción de la renta total que se quedan los
trabajadores va a la baja y la que se quedan los capitalistas al alza… a
partir de 1970. No hace falta decir que esa afirmación es bastante curiosa y sesgada.
TERCERA PARTE: LAS DESIGUALDADES
La
tercera parte del libro de Piketty es la que aporta datos más
interesantes: mide las desigualdades de ingreso y capital (recordad que
para Piketty, capital quiere decir riqueza y eso incluye las viviendas
pero excluye los bienes duraderos como coches, muebles, neveras,
ordenadores o Ipads).
El
dato que más le interesa resaltar a Piketty es el de la fracción de la
riqueza que posee el 10% más rico de la población o incluso el 1% más
rico. La evolución para Francia se puede analizar en el gráfico 10.1.
Vemos que el 10% de la población más rica de Francia tenía el 80% de la
riqueza total del país en 1810. Esa proporción subió hasta casi el 90%
en 1910. A partir de ahí, se observa un descenso sistemático hasta
alcanzar el 60% en 1970 y desde entonces, se ha estancado (o a
experimentado un muy leve ascenso). El 1% más rico del país, por su
parte, tenía el 45% de la riqueza en 1810, el 60% en 1910. Desde
entonces, la proporción de riqueza de los super-ricos bajó hasta el 22%
en 1970 y ha aumentado levemente hasta el 25% en 2010.
El
mismo patrón se observa en Gran Bretaña y Suecia: aumento de la
fracción de riqueza que poseen los ricos y súper-ricos durante el siglo
XIX, caída de esa proporción entre 1910 y 1970 y leve recuperación a
partir de 1970.
En
Estados Unidos (donde los datos de 1810 y 1870 son mucho menos
precisos, en parte por tener que evaluar el valor de los esclavos, al
que Piketty dedica una sección entera de su libro), el patrón durante el
siglo XX es básicamente el mismo, aunque los números han sido mucho más
estables en el tiempo. La gran diferencia es que la fracción de la
riqueza total que tenían los ricos y súper-ricos en 1800 era mucho menor
en 1810 (57% y 25% en Estados Unidos comparado con 47% y 80% en
Francia). Durante el siglo XIX, pues, en Norteamérica las desigualdades
aumentaron un poco más que en Europa. Pero el patrón es básicamente el
mismo: aumento durante el siglo XIX, reducción entre 1910 y 1970 y
aumento (leve) entre 1970.
Claramente,
los gráficos de Piketty demuestran que durante el siglo XX la fracción
de riqueza que tienen los ricos (10% más rico de la población) y
súper-ricos (el 1%), ha ido a la baja. Viendo esos gráficos, es difícil
decir que las desigualdades han subido dramáticamente o que tengan una
tendencia al alza. Y sin embargo, Piketty vuelve a hacer su tradicional
(y ya molesta) pirueta argumental y dice que la “tendencia
natural” es a ir al alza… “lo que pasa es que el periodo 1910-1970 es
una rara excepción debido a la gran depresión y las dos guerras
mundiales!!!” ¡Alehoop! De esta manera, Piketty consigue decir
que el capitalismo tiene una tendencia natural a concentrar riqueza
entre los ricos a pesar de que los datos demuestran exactamente lo
contrario. Es el viejo truco del almendruco: “Cuando los datos van en la dirección que yo quiero, es la norma. Y cuando van al revés, son una excepción histórica”. Pero uno debe preguntarse por qué la primera mitad del siglo XX es la excepción y la segunda mitad es la norma y no al revés!
Por
ejemplo, la economía de las finanzas nos dice que cuando aumenta el
riesgo (es decir, cuando aumenta la variabilidad de la tasa de retorno),
la tasa de retorno aumenta. Es decir, una parte importante de la “r”
(si, si, la r que es más grande que g) es la “prima de riesgo” que los
inversores requieren cuando hay sobresaltos. Tomando a pie de la letra
la propia narrativa de Piketty, es posible que las grandes catástrofes
de la primera mitad del siglo XX (Gran Depresión y Guerras Mundiales)
crearan una gran volatilidad en el retorno de las inversiones (grandes
pérdidas seguidas de grandes ganancias). Y es posible que, viendo esa
gran volatilidad, que los inversores exigieran una mayor prima de riesgo
a partir de 1950 para compensar
la incertidumbre de otras posibles guerras. Si esa fuera la
explicación, sin embargo, una vez los inversores vean (como han visto
durante la segunda mitad del siglo XX) que las incertidumbres de la Gran
Depresión y las Guerras Mundiales han desaparecido (o como dice
Piketty, fueron una excepción histórica), bajarán de nuevo las primas de
riesgo y, por lo tanto, las tasas de retorno del capital y las
desigualdades. Quizá el periodo excepcional no fue el de la primera
mitad del siglo XX sino el de la segunda mitad.
En
cuanto a las desigualdades de las rentas o ingresos, los gráficos 9.3,
9.4 y 9.5 muestran que la fracción de los ingresos totales de un país
que van a parar al 1% que más gana bajó entre 1910 y 1980 en casi todos
los países analizados y que luego esa medida de desigualdad ha subido.
El aumento de la desigualdad es más pronunciado en países como Estados
Unidos, el Reino Unido, Canadá o Australia, aunque también ha sido
significativo en Suecia o Italia. En
todos los países analizados las desigualdades han disminuido a lo largo
del último siglo. Y sin embargo, la conclusión de Piketty es,
nuevamente, que existe un problema de crecientes desigualdades porque,
en realidad, la reducción experimentada durante de la primera mitad del
siglo XX es una “excepción histórica” fruto de los shocks que
representaron la gran depresión y las guerras mundiales mientras que el
aumento a partir de 1980 es la “norma del capitalismo”.
Que
las desigualdades a lo largo del último siglo hayan bajado no quiere
decir que no sea interesante preguntarse por qué la tendencia a la baja
que existió entre 1910 y 1980 se invirtió a partir de ese momento. De
hecho, hace mucho tiempo que los economistas han estado debatiendo este
fenómeno y hay muchas posibles explicaciones. Primera, el cambio de tendencia se debe a la influencia liberal de Reagan y Thatcher que bajaron impuestos a los más ricos. Segunda, ha
sido por culpa de la incorporación de 4.000 millones de asiáticos a los
mercados de trabajo mundiales, cosa que ha hecho caer los salarios de
los trabajadores menos cualificados de los países ricos. A esa
incorporación masiva de mano de obra asiática que ha desplazado multitud
de sectores manufactureros hacia Asia se le ha unido el colapso de la
Unión Soviétiva que también hizo que una gran cantidad de negocios
industriales de Estados Unidos y Europa se desplazaran hacia Polonia,
las repúblicas bálticas o Chequia. Tercera, el
baby boom que está viviendo occidente hace que la generación que entra
al mercado laboral a finales de los 70 sea muy numerosa y eso deprime
los salarios de los trabajadores. Cuarta, el cambio tecnológico de finales del siglo XX se complementa con la educación.
A diferencia del cambio que significó la revolución industrial que
aumentó los salarios de los trabajadores menos cualificados que
emigraron de la agricultura a la industria, los cambios desde 1980
(internet, telecomunicaciones, etc) han beneficiado a los ciudadanos con
niveles más altos de educación. Eso ha hecho que los
que ya tenían salarios más elevados les suba el salario más que los que
tenían salarios inferiores, cosa que ha agravado las diferencias.
De hecho, al ser verdaderamente e instantáneamente globales, las
innovaciones de la nueva era han permitido que los mejores de los
mejores (Bill Gates de Microsoft, Steve Jobs de Apple, Mark Zuckerberg
de Facebook, o Larry Page y Sergei Brinn de Google) alcanzaran ingresos
verdaderamente estratosféricos.
El estudio más serio y convincente hasta el momento es el de Larry Katz y Claudia Goldin (2010)(4). Goldin y Katz analizan la evolución de salarios y niveles educativos en los Estados Unidos y llegan a la conclusión de que la mejor explicación de lo acaecido a partir de 1980 es la cuarta: el cambio tecnológico actual beneficia a los más educados.
Thomas Piketty menosprecia la explicación de Goldin y Katz (así como
todas las demás) diciendo que es tautológica: como la productividad de
Mark Zuckerberg no se puede medir, decir que sus ingresos corresponden
justamente a su “productividad” es una cosa que no se puede demostrar.
Piketty propone una explicación alternativa: a
partir de 1980, las “normas sociales” han hecho “socialmente aceptable”
que los administradores de empresas se pongan a sí mismos salarios
estratosféricos. Y esa aceptación social es mayor en los países
anglosajones que es donde más han aumentado las desigualdades.
Los accionistas son incapaces de controlar eso y la sociedad no se
escandaliza por lo que los administradores abusan de la sociedad
auto-concediéndose remuneraciones escandalosas. Según Piketty, son esos
gestores y no las superestrellas de la tecnología, los que forman parte
del grupo de los super-super-ricos y son sus remuneraciones las que
explican el aumento de desigualdades.
El
menosprecio de Piketty a toda la literatura económica que le precede es
sorprendente, sobre todo a la luz de su propia explicación. Quizá sea
“tautológico” decir que Mark Zuckerberg cobra mucho porque su
contribución a la economía (su productividad) es grande ya que esa
contribución no se puede medir. Pero es igualmente tautológico decir que
la explicación es que “las normas sociales han cambiado y ahora es
socialmente aceptable que los salarios de los gestores sean
escandalosamente grandes” porque ¡esa “aceptación social” tampoco se
puede medir! ¿Cómo se mide la aceptación social? Y si no se puede medir,
¿no es esa explicación exactamente igual de tautológica que la de la
productividad?
El
origen del aumento de las desigualdades es la clave de todo y Piketty
no puede desacreditar con tanta facilidad las explicaciones
alternativas. No se puede argumentar que “la norma del sistema
capitalista es el aumento de desigualdades observado a partir de 1980 y
la reducción que se observa entre 1910 y 1980 es la excepción” si uno no
puede determinar las causas. Porque es verdad que la gran depresión y
las guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX fueron fenómenos
probablemente irrepetibles. Pero también es cierto que la
incorporación de 4.000 millones de asiáticos o europeos de la Europa
ex-comunista al mercado laboral, haciendo lo mismo que hacíamos los
occidentales pero a mitad de precio y con mayor calidad también es un
fenómeno único e irrepetible. Y si esa es la razón, a medida
que los asiáticos tengan mayores salarios, muchos de los puestos de
trabajo que se fueron hacia Asia volverán a occidente y ese hará subir
los salarios. Es más, las teorías de crecimiento económico indican que, a
medida el capital aumente, también lo harán los salarios.
Si
la explicación es que la enorme generación del baby boom ha deprimido
los salarios occidentales, cuando esa generación se retire (y los
primeros miembro de esa generación ya están empezando a jubilarse), los
salarios subirán y las desigualdades bajarán. Y si
la explicación es tecnológica, habrá que ver cómo se ajustan las
sociedades (y sus sistemas educativos) y las empresas (y sus sistemas
productivos) a las nuevas tecnologías de producción. De hecho,
parece que una de las consecuencias de la nueva revolución tecnológica
es que se están repatriando industrias a los Estados Unidos (un fenómeno
que ya ha sido bautizado con el nombre de “reshoring”, en
contraposición a offshoring).
Resumiendo, como
pasa en diferentes partes del libro, Piketty va muy rápido a la hora de
decir que lo acaecido en el mundo durante la primera mitad del siglo XX
es la excepción y lo que pasa a partir de 1980 es la norma.
Existen muchas razones para pensar que la realidad es más bien la
contraria y Piketty no aporta evidencia convincente que demuestre que la
situación actual se va a perpetuar en el tiempo.
Para
acabar la sección de desigualdades, Piketty hace un análisis de la
riqueza de los más ricos de los ricos: los que aparecen en las listas de
billonarios como la lista de Forbes que apareció por primera vez en
1987. “Los billonarios de
Forbes representan la cienmillonésima parte de la población mundial. Su
riqueza media ha pasado de 1.500 millones de dólares en 1987 a unos
15.000 millones en 2013. Eso representa un aumento del 6,4% anual”. Ese
tipo de afirmaciones parecen confirmar la teoría que Piketty describe
en la introducción de su libro: los ricos ganan retorno superior a los
pobres y eso perpetúa la riqueza de una serie de dinastías que se pasan
el dinero de padres a hijos.
Existe
un pequeño problema: la riqueza de la cienmillonésima parte de los más
rico de la población aumente no confirma de ninguna manera la existencia
de dinastías que se pasen el capital de padres a hijos. Y es que las
familias que formaban parte de los más ricos en 1987 no son las mismas
que las familias más ricas de 2013. Lamentablemente la lista Forbes
empieza en 1987, pero en mi libro “Economía Liberal para no Economistas y No Liberales” (escrito en 2001) hago una lista de los más ricos en 1915 y la comparo con la del 2000. Aquí va:
Y ahí va el comentario que escribía en 2001 sobre esa lista: “…
El
segundo aspecto que salta a la vista es que ninguno de los apellidos de
la lista de 1915 aparece en la lista del 2000. Las grandes dinastías de
comienzos del siglo xx
(Rockefeller, Ford, Morgan, Carnegie, Vanderbilt, etc.) desaparecieron
de las listas de las familias más ricas del país en menos de un siglo,
hecho que refleja la movilidad social que discutíamos hace un momento.
El tercero aspecto interesante es que la inmensa mayoría de
supermillonarios del 2000 son personas que han hecho su propia fortuna
sin haber heredado nada de sus padres. Las historias de jóvenes
universitarios como Bill Gates, Paul Allen o Michael Dell, que dejan la
carrera para montar una pequeña empresa en el garaje de su casa y
convertirse en multimillonarios en pocos años, es una historia que se
repite miles de veces cada año en Estados Unidos y en muchas otras
partes del mundo.
Si hiciéramos un listado similar de los personajes más ricos de principios y finales del siglo xviii
en cualquier país europeo (en Estados Unidos no lo podríamos hacer
porque todavía no existía), veríamos que los nombres de las dos listas
serían aproximadamente los mismos, lo que reflejaría no sólo que las
diferencias de riqueza existían, sino que tendían a perpetuarse.”
Incluso
si analizamos las listas de billonarios de Forbes desde 1987 (como hace
Piketty) vemos que muchos de los superricos del 1987 han desaparecido
de la lista. Por ejemplo, los que encabezaban la lista el primer año
eran Japoneses. Ya se sabe, en 1987 la burbuja inmobiliaria de Japón
estaba en su punto más álgido y pocos años después todos esos
supermillonarios perdieron casi todo su capital. De hecho, el más rico
en 1987 era un japonés llamado Yoshiaki Tsutsumi. En
1987, Tsutsumi tenía una riqueza de 1200 millones de dólares. En 2013
ese señor no estaba en la lista de los más ricos porqué había perdido
casi el 96% de su riqueza. Un rendimiento que no es exactamente del 6,4% anual que estima Piketty!!!
Para
ver si el retorno de los ricos es superior al de los demás, lo que
debería haber hecho Piketty es analizar el retorno que han experimentado
los que eran más ricos en 1987. El economista español Juan Ramón Rallo(6)
hace exactamente ese ejercicio y muestra como los 10 más ricos o bien
han perdido hasta el 96% de si riqueza o bien han obtenido un retorno
minúsculo.
Para
que la teoría de Piketty fuera cierta, no vale con demostrar que lo que
poseen la cienmillonésima parte de los más ricos del mundo va en
aumento. Lo que debería
demostrar que la velocidad a la que los ricos abandonaban las listas de
billonarios en 1900 era superior a la de la segunda mitad del siglo XX. Y
no hay nada en el libro de Piketty que demuestre que eso es cierto.
Finalmente, acabaré los comentarios sobre la tercera parte con una mención a la sección llamada “la jerarquía moral de la riqueza”
(página 443). En esta sección Piketty se embarca en una indigna
discusión sobe la moralidad de los ricos a los que trata de parásitos y
ladrones. Después de describir cómo algunos dictadores han obtenido sus
fortunas (y habla de los pisos que tienen en Paris o Londres el hijo de
Teodoro Obiang, presidente Guinea Ecuatorial, de los oligarcas rusos o
los magnates del petróleo de oriente medio), Piketty habla de forma
despectiva de los ricos como Bill Gates “a veces uno tiene la
impresión de que Bill Gates inventó los ordenadores… El culto a Bill
Gates es, sin duda, el resultado de la necesidad irrefrenable que tienen
las democracias modernas de justificar las desigualdades”. Al
poner en el mismo análisis las fortunas de ladrones, dictadores y
empresarios innovadores, Piketty suggiere entre lineas que todas las
fortunas del mundo, de algún modo, han sido acumuladas por métodos
fraudulentos por lo que la expropiación sería justificable casi siempre.
Este tipo de afirmaciones, más propio de panfletistas marxistas que de
un profesor de economía serio e imparcial que intenta entender la
evolución de las desigualdades en el mundo y proyectan una imagen de
Piketty, no como el economista de prestigio que es, sino como de
sectario que odia a los ricos por el mero hecho de ser ricos (y que
quizá explican un poco las recomendaciones que hará Piketty en la parte
final del libro). Me abstendré de dar más opinión sobre este capítulo
del libro que, insisto, considero totalmente indigno de Piketty.
Cuarta Parte: Recomendaciones
La
cuarta parte del libro de Piketty es la que más ha llamado la atención
de los medios de comunicación y, desde mi punto de vista, la que tiene
menos valor intelectual (y más de opinión política de un asesor del
Partido Socialista Francés): para
solucionar el problema de la creciente desigualdad, es necesaria la
intervención del estado con enormes impuestos sobre la riqueza. Eso
evitaría que las dinastías de supermillonarios se pasaran la riqueza de
padres a hijos y se perpetuaran en el poder.
Ya
he explicado que los datos que aporta Piketty no demuestran de ninguna
manera que las desigualdades de riqueza y de renta aumenten a largo
plazo (solo a partir de 1980) y mucho menos que r>g
implique la existencia de dinastías que se perpetúan a través de las
herencias. Pero aquí querría comentar un problema mucho más fundamental:
Piketty nunca explica de
manera convincente por qué las desigualdades económicas son importantes y
por qué representan la semilla de la destrucción del capitalismo. A veces habla utiliza la expresión “es evidente que las desigualdades son socialmente perjudiciales o insostenibles” y a veces dice que “las
desigualdades generan malestar social que van a acabar dando lugar a
inestabilidad política (pacífica o violenta) que va a acabar con el
capitalismo”. El primero no es un argumento sino más bien una opinión.
Y el segundo se basa en algún tipo de teoría política vaga que, para
ser convincente, debería desarrollar. Por ejemplo, aceptemos por un
momento que las desigualdades económicas generan el malestar social. La
pregunta es: ¿qué
desigualdades económicas afectan el malestar social en Francia? ¿Las
desigualdades en Francia? ¿O las desigualdades mundiales? Lo
digo porque Piketty solamente analiza las desigualdades DENTRO de los
países ricos: dentro de Francia, dentro del Reino Unido, dentro de los
Estados Unidos. Pero las
desigualdades globales han caído en picado desde 1970 ya que los países
más pobres y más poblados el mundo han crecido a un ritmo mucho más
rápido, cosa que ha reducido las desigualdades ENTRE países y ha hecho
caer las desigualdades globales. Yo mismo analicé ese fenómeno llamado “La Gran Convergencia” en un artículo en 2002(7), un fenómeno que el mismo Piketty acepta como real y verdadero en la página 15 de su libro.
El hecho mismo de que el economista francés se preocupe tanto de la riqueza de Bill Gates y de los súper-ricos americanos
indica que, en su mente, tiene una teoría política en la que la riqueza
de los ricos de otros países importa para la estabilidad política de
Francia. Y si lo que
importa es la desigualdad global, entonces uno debe confesar que las
desigualdades en el mundo no solo no han aumentado desde 1980 sino que
han caído de manera notable. Lógicamente, no sabremos qué
implicaciones tiene la evolución de la desigualdad hasta que Piketty nos
muestre una teoría política del malestar social que demuestre que son
las desigualdades dentro de un país, y no las desigualdades globales,
las que generan inestabilidad política. Hasta que se nos presente esa
teoría, el argumento de la inestabilidad inherente del capitalismo es
solo una opinión subjetiva de Piketty.
Entender
los determinantes de la inestabilidad o porqué las desigualdades son
malas también importa a la hora de fijar políticas económicas que
solucione el “problema”. Por ejemplo, el impuesto sobre la riqueza
recomendado por Piketty no soluciona el problema de las desigualdades
entre países. Es más, ese impuesto puede acabar perjudicando el
crecimiento de los países pobres y, por lo tanto, puede para el proceso
de gran convergencia que los acerca a los ricos.
Para acelerar la convergencia y el crecimiento de los pobres, el arma
que se necesita es el de la educación: un buen sistema educativo que
incorpore a los africanos al mercado laboral global acelerará las tasas
de crecimiento del todavía continente más pobre del planeta y reducirá
todavía más las desigualdades globales.
Para ser justos, hay que decir que Thomas Piketty también piensa que la educación es la clave. En la página 306 escribe: “las
experiencias de Francia y Estados Unidos van en la misma dirección: a
largo plazo, la mejor manera de reducir las desigualdades al mismo
tiempo de aumentar la productividad del trabajo y la tasa global de
crecimiento es invertir en educación”. Lamentablemente ni
el mismo Piketty ni la prensa que tanto ha hablado de su libro han
publicitado esa recomendación con el mismo énfasis con el que han
publicitado las masivas subidas de impuestos también recomendadas por el
libro.
Y finalmente, dejadme hacer un apunte sobre la seguridad social.
Si la tesis más famosa de Piketty es cierta y la tasa de retorno del
capital es superior a la tasa de crecimiento de la economía (r>g), se deduce que lo que deberíamos tener es una seguridad social de capitalización.(8)
Es decir, con el actual sistema de reparto en el que los jóvenes
trabajadores pagan con sus cotizaciones las pensiones de los jubilados,
la tasa de retorno que obtienen es la tasa de crecimiento de los
salarios, es decir, g. Si, por el contrario, cogiéramos el dinero de los
jóvenes y lo invirtiéramos en capital, obtendrían un retorno r. Si, como dice Piketty, “r>g”, ¡los jubilados podrían disfrutar de unas pensiones mucho mayores si el sistema de pensiones fuera de capitalización! Eso es exactamente lo que le argumenté al exlíder sindical y dirigente de ICV, Joan Coscubiela, un debate sobre el futuro del trabajo que hicimos en TV3.
El dijo que el rendimiento del capital era muy superior a la tasa de
crecimiento de los salario y que eso implicaba que el capital “se comía”
una parte cada vez mayor del PIB. Yo le advertí que fuera con cuidado
con ese argumento ya que la implicación inmediata era que el modelo de
pensiones de capitalización era superior al sistema de reparto. Me dio
la impresión que Coscubiela no entendió lo contradictorio de su propio
argumento, pero Thomas Piketty sí que lo entiende. Por eso dedica una
sección entera de su libro a analizar las pensiones. Tras reconocer la
validez del argumento, Piketty explica que ahora ya es demasiado tarde
para cambiar el sistema ya que en el momento de la transición habría una
generación que debe pagar dos veces. Ese argumento no es válido para
los países emergentes que todavía no tienen un sistema de pensiones. Me
pregunto si Piketty (y Coscubiela) defienden la introducción de un
sistema privado de pensiones para los países pobres que todavía no
tienen seguridad social. De hecho, el argumento tampoco es válido para
los países ricos: si verdaderamente el retorno del capital es tan
superior al crecimiento de los salarios, se podría coger una parte del
exceso del retorno, ahorrarlo y hacerlo crecer hasta tener suficiente
dinero para hacer la transición. ¿Por qué no defiende eso Piketty? Pues
porqué existe una segunda razón para no querer un sistema de
capitalización: el retorno del capital es superior a g, cierto, pero también es ¡enormemente más volátil e incierto!
Es decir, tras escribir un libro entero sobre la ganga que representa
para los ricos tener capital, al final del libro nos confiesa que una
parte de ese retorno superior es la compensación por la asunción de un
riesgo superior. Un riesgo que Piketty no quiere para los trabajadores.
Curiosamente, Piketty no analiza ese riesgo que asumen los capitalistas a
lo largo del libro. Durante todo el libro, Piketty habla de la tasa de
retorno del capital como un pago excesivo a una clase de ciudadanos que
poco menos que chupan la sangre de los trabajadores. A la hora de la
verdad, sin embargo, Piketty confiesa que, al menos en parte, esa “r”
premia la asunción de riesgo por parte de quien invierte. Una cosa es
obtener un retorno por explotar a tus conciudadanos y otra muy distinta
es premiar a quien asume un riesgo que el resto de la sociedad (y
Piketty el primero!) no están dispuestos a asumir. Esa falta de rigor a
la hora de analizar la relación entre el retorno y el riesgo del capital
es una de las grandes carencias del libro.
CONCLUSIONES
Piketty ha escrito un interesantísimo libro de gran impacto
por el que debe ser felicitado. Los datos presentados son importantes y
deben ser analizados por los analistas económicos. La lectura de esos
datos, sin embargo, es a menudo sesgada e incorrecta. A modo resumen,
dejadme poner una lista de los errores de interpretación de Piketty:
Primero, que la tasa de retorno del capital sea superior a la tasa de crecimiento de la economía, el famoso r>g, no implica la existencia de unas dinastías de ricos que se apoderan de una parte cada vez más importante de la economía.
Esa tasa de retorno es compatible con un mundo sin herencia (y por lo
tanto sin dinastías) o con herencias que desaparecen al cabo de una o de
dos generaciones. La desigualdad r>g
es una medida de eficiencia dinámica de la economía y no tiene nada que
ver con la distribución de la riqueza de un país ya que es compatible
con desigualdades crecientes, decrecientes o constantes.
Segundo, la mayor parte del incremento del capital durante la segunda mitad del siglo XX se debe al aumento de valor de las viviendas y
no tiene nada que ver con el relato de capitalistas que se apoderan de
los medios de producción y que explotan a los trabajadores.
Tercero, las desigualdades de riqueza y renta en los países analizados han decrecido a lo largo del último siglo.
Solo a partir de 1970 han experimentado una tendencia al alza. A pesar
de ello, Piketty argumenta que la tendencia natural es a aumentar porque
el periodo de reducción de desigualdades es una excepción histórica.
Pero Piketty nunca demuestra esa afirmación. Existen razones para pensar
que la excepción es, en realidad, el periodo post 1970 con la incorporación del baby boom y de 4.000 millones de ciudadanos asiáticos y europeos de ex-dictaduras comunitas al mercado laboral global, un fenómeno que ciertamente no se va a volver a repetir.
Cuarto,
el aumento de las desigualdades de renta desde 1980 es perfectamente
compatible con el cambio tecnológico que ha aumentado los ingresos de
toda una serie de innovadores supermillonarios (Bill Gates, Steve Jobs,
Mark Zuckerberg, Larry Page o Sergei Brinn). Piketty dice que esa teoría
es “tautológica y arbitraria”. Su teoría es que “a partir de 1980, la
sociedad ha pasado a aceptar la remuneración estratosférica de los
gerentes de las empresas”. Sin una teoría de la “aceptación social”, esa interpretación es igualmente tautológica y arbitraria.
Quinto,
el análisis de la fracción de la riqueza total que poseen los
súper-ricos de la lista Forbes tiene un fallo conceptual importante: las dinastías que pertenecen a los súper-ricos no son las mismas a principios del siglo XX, en 1987 o en 2013.
Y finalmente, después de escribir todo un libro sobre la evolución de la desigualdad, Piketty sigue sin explicar por qué las desigualdades son importantes.
Él expone una teoría vaga que dice que las desigualdades generan
inestabilidad social. Pero al no dar una teoría precisa, no sabemos si
las desigualdades que importan son la desigualdades dentro de los países
(que han subido desde 1980) o las desigualdades globales (que incluyen
las desigualdades ENTRE países y que han bajado desde 1970 gracias a la
gran convergencia de los países emergentes). Las desigualdades globales han experimentado un descenso entre 1970 y 2012.
Después
de leer el libro de Piketty, uno tiene la impresión de que la economía
capitalista es un desastre que genera aumentos infinitos de desigualdad,
especialmente durante las cuatro últimas décadas. Pero si uno mira la
evolución de la economía mundial, especialmente durante las cuatro
últimas décadas, uno se da cuenta el mundo de que las tasas de
pobreza se han reducido como nunca antes lo habían hecho, las
desigualdades globales son cada vez menores, los indicadores de
educación, mortalidad, esperanza de vida, salud, libertad y democracia
mejoran en casi todos los rincones del planeta. Es verdad que
las desigualdades dentro de los países han crecido, aunque después de
leer el libro “Capital en el Siglo XXI”, uno no está seguro de si esa es
una tendencia que se perpetuará en el tiempo o simplemente
desaparecerá. Piketty tiene
claro hacia donde se dirige el futuro. Lamentablemente, eso se basa más
en su ideología y su opinión que en los datos que él mismo aporta.
Gracias
al sistema capitalista, Thomas Piketty ganará mucho dinero (más de un
milón de dólares) con las ventas de su ya famosísimo libro. Una parte
importante se la quedará el gobierno francés que él ayudó a llevar al
poder el año pasado. El resto, podrá gastárselo como prefiera: haciendo
fiestas, comprando libros, ahorrándolo para su jubilación... o incluso
haciendo algo tan detestable como es dejárselo en herencia a sus hijos.
Libertad para que tu puedas elegir, Thomas: ¡Esa es la gran belleza del
capitalismo en el siglo XXI!
(1) Ver Diamond, Peter, American Economic Review, 1965 “National Debt in a Neoclassical Growth Model”.
(2) Caselli y Ventura (2000) presentan un modelo de crecimiento donde los ciudadanos son distintos, done se da la condición r>g y donde las desigualdades de riqueza son constantes a largo plazo. Si
la lógica de Piketty fuera cierta, a Caselli y Ventura les hubiera sido
imposible encontrar un modelo que prediga, simultáneamente, r>g y desigualdades constants a lo largo del tiempo. [Caselli, Francesco y Jaume Ventura (2000), American Economic Review “A Representative Theory of Distribution”. Una versión simple de ese modelo se puede encontrar en el capítulo 3 del libro “Economic Growth” de Barro y Sala-i-Martín (2004).]
(3) Bonnet, Bono, Chappelle y Wasmer (2014) “Le capital logement contribue-t-il aux inégalités? Retour sur Le capital au XXIe siècle de Thomas Piketty” (4) Goldin and Katz (2010), “The Race between Education and Technology”. http://www.amazon.com/The-Race-between-Education-Technology/dp/0674035305
(5) Las excepciones son Robson Walton (hijo de Sam Walton, inventor de las cadenas de supermercados y creador de la famosa cadena Wal Mart) y los tres hijos de Forrest Mars (creador del imperio de las chocolatinas y padre de los populares M&M) que murió en 1999. Ahora bien, ni Sam Walton ni Forrest Mars heredaron dinero de sus padres.
(6) Rallo (2014). http://vozpopuli.com/blogs/4241-juan-r-rallo-que-paso-con-los-superricos-de-1987
(7) Sala-i-Martin (2006), “The World Distribution of Income: Falling Poverty and convergence, Period”. Quarterly Journal of Economics, May.
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